Hoy me he levantado con la aspiración de hacer algo productivo.

Un amigo me hablo acerca de una empresa que paga por la entrega de residuos electrónicos, para su posterior reciclaje.

Así que he salido de casa con paso ligero, hacia un vertedero un tanto ilegal que hay cerca de mi domicilio.

Estaba extirpando un ordenador portátil, encallado entre un montón de tela y basura podrida, cuando comienzo a percibir el sonido de un vehículo. Por el camino de entrada al vertedero, aparece una furgoneta Mercedes Vito, negra y repleta de gente.

Bajan unos cinco hombres, que me rodean. El mas mayor de los cinco, que podría ser mi abuelo, me encara.

-Bueno días payito,¿podrías dejar eso hay mismo y marcharte?

Por un momento me he quedado en blanco. He decidido jugármela.

-Sólo estoy recogiendo esto que tire el otro día.

Muestro el portátil al patriarca.

-Esta es nuestra zona así que ya nos pertenece.

Hace un movimiento con la cabeza y unos de los chavales se acerca y arranca el ordenador de mis manos.

-Es un buen regalo pa el cumpleaños del Jhonny.-Dice el chico mientras observa el portátil.

Me he quedado paralizado observando la escena, sin percatarme prácticamente de que formaba parte de ella.

Por el camino aparece otro coche y nunca me habría imaginado que rezaría por que fuese un coche de policía. Pero lo he hecho.

Un BMW bastante destartalado avanza por el sendero, a toda velocidad. Pasa al lado de la furgoneta. Los cinco  y yo mismo, seguimos al coche con la mirada. Deja una nube de polvo que impide ver donde se para.

-Otra vez estos moros. No se enteran de que por aquí no deben venir. Habrá que explicárselo de nuevo.

Los cinco hombres caminan directos hacia el coche de los árabes. El chaval tira de nuevo el portátil al suelo, que si funcionaba tras el golpe será complicado.

Yo me quedo clavado en el mismo lugar, esperando que se olviden de mi presencia.

Mientras los tipos se marchan, me acerco al lugar donde reposa el aparato y lo recojo. Se corre una cortina en la ventanilla de atrás de la furgoneta y una mujer, también de etnia gitana, comienza a gritar que deje lo que he cogido.

He salido corriendo sin mirar atrás, bueno sólo una vez y casi tropiezo. Los gitanos discuten con los árabes. Aprovecho ese instante de relajación para subir el ritmo de la carrera.

Cuando he llegado a casa, me he tirado en el sofá unos diez minutos recuperándome del esfuerzo.

No se cuánto pagarán por el portátil, al final funciona y eso sube su precio. Espero que haya valido la pena jugarme el físico y la integridad.

A esto se le puede llamar hacer algo provechoso. Ganaré algo de dinero y he practicado algo de ejercicio, que ya hacía tiempo que lo deje de lado. Redondo.